Pero para nosotros, la historia de Luna comienza un mes más tarde cuando Iñaki decide regalármela y el 13 de febrero nos cogemos el día entero para ir a conocerla. Todo hay que decir, cuando Iñaki por fin aceptó mi pasión por los perros y decidió admitir uno en casa, nos pusimos a mirar razas e incluso nos citamos con Ainara y Ana, amigas y adiestradoras caninas de Guhau, para que nos orientasen. Cuando nos topamos con los Pastores Blancos Suizos, nos enamoramos.
Fui con el aita, Iñaki trabajaba, y coincidimos con una pareja de Barcelona que se llevaría un hermanito de Luna. Pablo nos explicó muchas cosas relacionadas con el crecimiento de los pequeños, la alimentación, las pautas para evitar una displasia de codo o cadera, firmamos los papeles y… a empezar la nueva vida. No se me olvidará la despedida de Pablo con los dos pequeñines, los primeros de la camada en partir: los cogió en aupas con un montón de cariño, uno por uno, los miró a los ojos, les dijo unas palabrillas en silencio, los besó y nos los entregó.
Las dos primeras noches en casa fueron bastante duras. Luna dormía en una habitación a parte y no estaba acostumbrada a estar sola. Lloró mucho las dos primeras noches pero la tercera durmió tranquila. En seguida nos cogió el truco y empezó a sentirse a gusto con nuestra rutina, o por lo menos así lo reflejaba su mirada. Se divertía bastante con las zapatillas y los libros, aunque con suerte, siempre llegamos a tiempo
para que no terminase de destrozar nada. Pronto empezó a entender que aquellos objetos no se podían morder aunque, más de una vez, y lo sigue haciendo (es cachorro) hace como que se olvida de las normas. Ainara y Ana nos advirtieron de esto y nos recalcaron que no valen las broncas, solo llamadas de atención y al instante. Así que cuando le pillamos in fraganti le despistamos de nuestras cosas y seguido le entregamos alguno de sus juguetes. Hasta ahora, esta técnica junto con un no o un noooo y con mucha paciencia, han tenido éxito, a excepción de alguna zapatilla, algún calcetín y una maceta que tiró al suelo mientras no estábamos en casa con la que jugó sin para hasta dejar todo el suelo prácticamente listo para plantar tomates (cuando llegamos a casa, qué le vas a hacer, recoger y listo. Qué bien se lo ha pasado... piensas)
Aquí os dejo algunas fotitos más del día que llegó, uno de los mejores de mi vida, y en las demás páginas os iré colgando su evolución durante los próximos meses, por si os apetece seguirla.
Un guau para todos!
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